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La mano de Mocho y el Camino de Santiago

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Fuente: Entre flechas amarillas

Al realizar el Camino de Santiago lo más típico es ir recolectando diferentes souvenirs con varios símbolos representativos de la peregrinación, como por ejemplo: la Vieira o Concha del Peregrino, el Bordón o Bastón, la Flecha amarilla del Camino, la Calabaza del Peregrino, la Cruz de Santiago, la Credencial y la Compostela; pero no podemos dejar a un lado un símbolo relativamente nuevo y muy peculiar en esta ruta Jacobea: las manos de Mocho.

José Sanchís, también conocido como “Mocho”, trabajó toda su vida en el mundo de la juguetería en Onil (Alicante) y es el creador y fabricante de esta mano amistosa. Se trata de un juguete de plástico en forma de mano, que realizaba como hobby para repartir a los niños con los que iba de campamento y que posteriormente, decidió llevar y repartir en su segunda peregrinación por el Camino de Santiago a toda persona que durante esta ruta lo hiciera sentir que no estaba solo.

Este obsequio no es un souvenir: no se compra ni se vende, únicamente se regala y es entregado al momento de estrechar las manos, como símbolo de fraternidad, a esa persona que te marcase durante el recorrido, a día de hoy se han repartido más de ochocientas mil Manos de Mocho desde el año 1999.

La mano de Mocho mide aproximadamente 3 centímetros y tiene una peculiaridad: cambia de color al contacto del calor de la mano, tornándose color amarilla como las flechas de la ruta y de cierta manera representa el acogimiento y calor humano en el camino.

El Mocho, recuerda con mucha ternura, el ejemplar que le entregó a un niño con Síndrome de Down el cual iba realizando el Camino junto a sus padres. Este, no emitió ninguna palabra al momento de recibirla, pero más adelante al volverse a cruzar, el niño se abalanzó a sus brazos como muestra de agradecimiento. Situación que lo conmovió mucho tanto a él como a los padres del niño. Ese momento le hizo comprender el distinto valor que tiene este presente para cada persona que lo recibe.

Desde aquel día, cada vez que alguien le encarga una mano de Mocho, las fabrica y envía sin pensarlo.

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