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Las leyendas son narraciones fantásticas que se caracterizan por transmitir su magia de generación en generación. Las tierras del Camino de Santiago guardan miles de estas historias míticas que conservan el misterio del lugar.  En las diferentes rutas jacobeas, una de las más destacadas es la de un lobo que protege a los peregrinos durante su recorrido. ¡Anímate! y descubre junto a nosotros los pormenores de este tradicional relato.

Un peregrino solitario

Hace mucho tiempo la Península Ibérica era el territorio favorito de los lobos, en esa misma época, un peregrino viajaba solo desde Lapurdi, localidad del país vasco cruzando el norte de la península en los Pirineos muy cerca de Roncesvalles. Estas tierras eran muy temidas por la gran cantidad de bandidos que rondaban por allí. Cuando comenzó a oscurecer el joven romero decidió parar buscando un sitio para albergarse durante la noche, llegó a un refugio en el que conoció a otro peregrino amable y bondadoso que le ofreció compañía para continuar la caminata después del merecido descanso.

Por la mañana decidieron emprender de nuevo su ruta, se adentraron en el bosque y el nuevo conocido, aprovechando la densidad de la vegetación, hirió gravemente al peregrino, despojándolo de sus pocas pertenencias y abandonándolo a su suerte.

Santiago en los ojos de un lobo

Sangrando y adolorido, el joven imaginó el final de su vida; poco a poco la noche llegó junto a una manada de lobos hambrientos que el peregrino podía ver a unos pocos metros de distancia. Le era imposible moverse, lo único que pudo hacer fue cerrar sus ojos y pedir protección con una oración dirigida al apóstol. Sintió ruidos y elevó su mirada para ver como uno de los lobos de la manada ahuyentaba al resto para que el desafortunado romero pudiera alcanzar en paz el descanso eterno.

El malvado ladrón siguió su camino sin ninguna culpa, observando cuidadosamente quién sería ahora su nueva víctima. Pero, este hombre no contaba que una noche, mientras dormía, sus fuertes ronquidos hicieron de llamada a aquel lobo protector que lideraba una enfurecida manada. Sus afilados colmillos rodearon el cuello del maleante dejándolo sin vida como acto de venganza por su acción atroz.

Se dice que un día cada 100 años el alma del apóstol Santiago toma el cuerpo de un lobo para ahuyentar con sus aullidos y los de su manada, a los delincuentes que buscan hacerse con las riquezas de inocentes.

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